Es común escuchar frases como “no hago ejercicio porque no tengo energía” o “mi día ya es lo suficientemente agotador”. Pero, paradójicamente, la solución a esta falta de energía podría ser justamente aquello que evitas: el ejercicio.
Aunque suene contradictorio, la ciencia demuestra que el movimiento físico no solo consume energía, sino que también la genera, transformando la sensación de agotamiento en vitalidad.
El ejercicio como generador de energía
Cuando te mueves, especialmente de manera activa, desencadenas una serie de procesos fisiológicos y neurológicos que revitalizan el cuerpo y la mente. Estos son algunos de los mecanismos principales:
Liberación de adrenalina y norepinefrina: Al realizar movimientos amplios o dinámicos, tu cerebro envía señales a las glándulas suprarrenales para liberar adrenalina. Esta hormona no solo prepara al cuerpo para la acción, sino que también activa receptores en el nervio vago (vínculo esencial entre cerebro y cuerpo) y promueve la liberación de norepinefrina en el cerebro, neurotransmisor que aumenta tu estado de alerta y energía percibida.
Incremento del flujo sanguíneo: El ejercicio aumenta el flujo sanguíneo, llevando más oxígeno y nutrientes a las células. Este mayor suministro de energía celular disminuye la fatiga y aumenta la sensación de vigor, incluso después de una jornada larga.
Producción de endorfinas: Durante el ejercicio, el cerebro libera endorfinas, las llamadas “hormonas de la felicidad”. Además de mejorar el estado de ánimo, reducen la percepción de agotamiento y generan una sensación de bienestar renovado.
Regulación del metabolismo: El movimiento físico activa procesos metabólicos que optimizan la producción y el uso de energía. A largo plazo, la práctica regular de ejercicio hace que tu organismo sea más eficiente energéticamente, de modo que te sientas menos cansado incluso en los días más exigentes.
¿Por qué a menos movimiento te sientes más agotado?
Una vida poco activa es un factor clave tras la falta de energía. Permanecer inactivo durante horas hace que el cuerpo adopte un “modo ahorro”, reduciendo la circulación y ralentizando el metabolismo. En ese estado, incluso las tareas cotidianas pueden resultar agotadoras. En cambio, la actividad física regular revitaliza el organismo y rompe ese círculo de inercia, aliviando la sensación de fatiga constante.
El círculo virtuoso del movimiento
El ejercicio estimula tu sistema nervioso y desencadena diversos procesos energizantes que te impulsan a mantenerte en movimiento. Este ciclo de retroalimentación positiva, conocido como “bucle de energía cuerpo-cerebro”, transforma el cansancio inicial en un estado de mayor vitalidad. Aunque dar el primer paso pueda parecer difícil, los beneficios se multiplican en cuanto te activas.
“No tengo energía” es una ilusión
La próxima vez que te sientas demasiado cansado para ejercitarte, recuerda que esa sensación suele ser pasajera. Con frecuencia, es producto de un estilo de vida sedentario y no de una verdadera escasez de energía. Darte la oportunidad de moverte, incluso cuando no tengas ánimo, es la clave para desbloquear ese empuje que tanto necesitas.
El ejercicio no drena tu energía; es una inversión en tu vitalidad. En lugar de esperar a sentirte con fuerzas para empezar, muévete para generar la energía que te falta. Tu cuerpo y tu mente lo notarán, y la sensación de cansancio crónico dará paso a una mayor vitalidad.